domingo, 10 de marzo de 2013

A muerto un justo

Hace unos días murió un justo. Se me oprime el pecho, las manos enmudecen y los ojos se llenan de lágrimas. La noticia llego a todos, pese a ser ya esperada, con el dolor infinito por la pérdida de un hombre, de un pensamiento, de una utopía. Cuando murió el Che, Cortázar escribió en un poema "Yo tuve un hermano". Hoy somos muchos los que sentimos algo parecido, que ha partido un hermano, un padre, un hijo. América es esa tierra prodigiosa que cada cierto tiempo nos llena de gloria con sus hijos ilustres, universales, Bolívar, Hidalgo, San Martin, Martí, Sandino, Zapata, el Che Guevara, Carlos Fonseca son algunos de los miles de hombres que lucharon incesantemente por recuperar la dignidad y el decoro de esta inmensa tierra, la que los vio nacer.

 

Como decía ese cubano universal, José Martí, en su obra "Tres héroes", cito: "En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados..."

 

Esos hombres vienen como una luz que se convierte en faro de la humanidad, del indio, del negro, del mestizo, del hombre americano, del mundo  todo. Hoy se nos apaga una luz, una de esas luces que toman figura humana y se adentran en la inmortalidad del cielo para iluminar el camino de los hombres honrados, como definiera nuestro apóstol a los hombres de bien. Un pueblo completo lo llora, lo llora un continente, lo llora toda una humanidad. Los pobres, los excluidos, los desposeídos de esta tierra. Lloran a quien ya muchos han definido como el Cristo de los pobres. Tú vía crucis final se revela como tu última gran batalla, como tu dolorosa eucaristía. Comandante Presidente, nos faltarás, y te extrañaremos, todos los pobres de esta tierra con los que quisiste tu suerte echar, pero como escribió nuestro Martí, bajo la hierba, tú también crecerás.

 

Hasta siempre comandante

 
 

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