jueves, 21 de febrero de 2013

Sobre esta tarde

Puesta de sol

Y fueron de la tarde las claras agonías:
el sol, un gran escudo de bronce repujado,
hundiéndose en los frisos del colosal nublado,
dio formas y relieves a raras fantasías.
       
Mas de improviso, el orto lanzó de sus umbrías
fuertes y cenicientas masas, un haz dorado;
y el cielo, en un instante vivo y diafanizado,
se abrió en un prodigioso florón de pedrerías.
       
Los lilas del Ocaso se tornan oro mate;
pero aún conserva el agua su policroma veste:
-sutiles gasas cremas en brocatel granate-.
       
Hay una gran ternura recóndita y agreste;
y el lago, estremecido como una entraña, late
bajo la azul caricia del esplendor celeste.
                                       
                                           Luis Q. Urbina


                                               
Y me sentaba cada tarde al borde del lago para imaginarla entre las miles de formas que hacían las nubes al atardecer. Ella sólo era mía en esos pequeños instantes antes de que el Sol se escondiese y diera lugar a la oscura noche, y yo, era capaz de parar esos  instantes y hacer que duraran como una eternidad. Era nuestro lugar secreto, podía verla cada puesta de sol y esos pequeños momentos convertidos en eternidad me alumbraban el resto del día, hasta la siguiente puesta de sol. Y me sentaba cada tarde al borde del lago...

H

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